Cartas desde mi memoria

Me llamo Pepe: sí, sí, un nombre vulgar pero, por mis muchos años, soy ya un veterano viajero de la vida. No soy escritor, ni filósofo, ni periodista, ni nada que ver con el mundo de las letras.

Vengo del mundo de los negocios donde la navegación es arriesgada y la travesía dura.

Un mundo donde la tempestad es una continua amenaza y la zozobra es la compañera del día a día y donde tomar un atajo y transgredir las leyes del buen navegante son cantos de sirena que tientan desde el amanecer hasta la nueva alborada.. Navegar en ese mundo necesita una alta dosis de paciencia, de fe, y de esperanza en que al final se puede llegar a buen puerto.

Afortunadamente yo ya he arribado a mi destino. Mi travesía terminó y de ella, en la que he consumido la parte más importante de mi existencia, sólo me queda el recuerdo y la sabiduría que otorga la experiencia de haber subsistido. Al pisar tierra he sentido la melancolía que se experimenta en lo más íntimo, al ver alejarse el barco sin mí y el temor, casi terror, a tomar la decisión de seguir caminando por nuevos y desconocidos rumbos pie a tierra.

Tengo la fortuna de ser optimista. Nada más falso que aquello de que el optimista es un pesimista mal informado. Para mí el optimista es el que siempre ve un resquicio de luz para salir de la oscuridad. Es el que tiene y ejerce la esperanza que, junto a la libertad, forman los pilares básicos del ser humano.

No se nace optimista; el optimismo se ejerce y se cultiva y yo he trabajado mi optimismo como mi tesoro más preciado.

Por eso las oportunidades que da la vejez me ilusionan. Y creyendo con José Luis Sanpedro que “escribir es vivir” voy a iniciar la aventura de escribir para sobrevivir.

La nueva aventura de escribir mis reflexiones sobre el difícil arte de vivir, nació cuando me di cuenta de que mis nietos empezaban a dejar de ser muñecos vivos para convertirse en personajillos que saben lo que quieren y pelean por conseguirlo. Dejar rastros que les orienten en el camino, ayudarles a reflexionar en situaciones favorables o difíciles son razones más que oportunas para estas cartas.

Después he pensado que llamar a estos escritos “cartas a mis nietos” podía acotar demasiado el campo y cercenar involuntariamente la posibilidad de que cualquiera, sus mismos padres, sus amigos, los míos, incluso los desconocidos, puedan acceder a la mochila de mi veteranía me ha decidido a utilizar el título que preside esta página. Mi intención no es adoctrinar y mucho menos dar por buena mi opinión. Me conformaría con que los destinatarios incógnitos de estas cartas descubrieran que el hombre y la mujer repiten las mismas pasiones, los mismos problemas, las mismas actitudes e idénticos vicios y virtudes que nuestros antepasados y que siendo inherentes a la condición humana ya Aristóteles y Platón o la misma Biblia de los hebreos, por no ir más atrás, abordaban las cuestiones del vivir. Y vivir, vuelvo a la metáfora, es navegar y navegar no tiene sentido si no se espera llegar a puerto.

En mi programa está no seguir ningún programa. El día a día es tan rico, y, los personajes con quienes convivimos son tan heterogéneos que cualquier acontecimiento, por cotidiano que sea, nos dará pie al comentario y, si no, mi débil memoria revivirá los razonamientos, sobre aquellas ideas que ,con todas mis incontables limitaciones, me moldearon como soy y me ayudaron a mantener, repito, ese optimismo sin fisuras que aun conservo. A Dios gracias.

Buenas noches y hasta luego.

Pepe

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  1. Juan Luis (Cáceres) 18 años ago
  2. Muxica 18 años ago
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