LOS FUNDAMENTALISMOS DE CADA DIA

Mi querido amigo:

No hace demasiado que era noticia diaria las revueltas, las manifestaciones y las algarabías desestabilizadoras que provocaba el Imán Jomeini en Iran ¿recuerdas?

Su aspecto sereno, imperturbable, vestido con atuendo de mandatario musulman, de riguroso negro, y la barba blanca cubriéndole el alzacuello, le otorgaba un semblante venerable, elegante, que estructuraba una figura que, al menos para mí, resultaba francamente atractiva.

Sólo sus ojos me rompían el encanto. Eran duros, distantes, impenetrables, radicalmente
Fríos y autoritarios.

Sus prédicas se calificaron como fundamentalistas y él pasó a la historia moderna como
icono del fundamentalismo. Y toda la sociedad occidental sintió el rechazo al fundamentalismo islamista. Es más; aun hoy, inducidos por el terrorismo, creemos que son los musulmanes los únicos doctrinarios extremistas.

El fundamentalismo, según nuestro diccionario y en una de sus acepciones, es la “Exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida”. Siendo mínimamente lógicos con esta definición, el fundamentalismo contiene una alta dosis de intransigencia, de negación pura y dura, de aquellas doctrinas, de otras formas de pensar, o incluso de los conceptos que se aparten de lo que unos señores se empeñan en establecer como únicamente válidos para aplicar su doctrina. Y esto me vale para las religiones, la política, la familia, las conductas sociales y, llegando a las ultimas consecuencias, a cualquier comportamiento humano o social.

O sea el fundamentalismo es una forma de actuar que niega de raíz el derecho más sagrado del hombre que es su libertad. ¡ Pues mire Ud. qué bien. !.Resulta que estamos rodeados de fundamentalistas. Nosotros mismos nos comportamos con frecuencia como fundamentalistas y sufrimos a diario el acoso de quienes se comportan como puros fundamentalistas. O sea que somos con frecuencia sujetos activos y pasivos del fundamentalismo.

Yo me eduqué en la más primeriza posguerra. Había una vez al año en la que, con ocasión de la colecta por las Misiones se lanzaba a la calle, a los niños, con unas huchas de cartón-piedra que simulaban cabecitas de indios (piel-rojas) y negritos del “Africa tropical” para pedir para las Misiones y se nos hacia rezar para la conversión al cristianismo de tantas almas que andaban metidos hasta los huesos en las creencias de sus ancestros.

Aun hoy se nos pide que contribuyamos a que los apartados, los errados, vuelvan al redil, y si hay desheredados en la América latina que pasen por el aro de la conversión.

Soy cristiano y por eso, en ejercicio de mi” libertad cristiana “ simpatizo más con la iglesia de los pobres, con la Teología de la Liberación, que con los Sres. Obispos de la Iglesia Oficial, que luchan por salvar la unidad de España, el agua del Ebro y por la defensa a ultranza de los privilegios en la educación ¿qué le vamos a hacer? Probablemente es que paso de los fundamentalismos religiosos vengan de donde vengan.

Quizás coincido con muchos de los cristianos que forman la estadística apabullante de los católicos. Cifra multimillonaria a la que tanto temen, exclusivamente por el voto, algunos políticos.

Y del diálogo de las Iglesias no hablemos. Después del Concilio Vaticano 2º, hace ya casi 50 años, nadie ha cedido un paso. Es cierto que alguna vez se reúnen; pero es inútil pensar que cedan cuando sus doctrinas son esencialmente exclusivistas y excluyentes.. Si, por tanto, sus credos y sus doctrinas son dogmáticamente fundamentalistas, trabajar para dejar de serlo es preparar el fin de su poder y cuestionarse su propia existencia y eso es imposible.

Pero en cambio, mi desconocido amigo, me declaro fundamentalista, eso sí arrepentido, en cuanto a mis doctrinas familiares. Hace tiempo me hubiese gustado que mis hijos y mis nietos tuviesen la educación, y los principios morales que yo recibí. Aquello de la sangre por delante ande o no ande, o ” el padre siempre tiene razón”, o “como me salgas maricón te rompo un hueso”, o “el qué dirán “ o “si tu abuelo levantase la cabeza” era muy reconfortante.

¡¡ Que lo dogmático tranquiliza mucho, hombre, que te lo digo yo!!. Hacer las cosas
“por su bien aunque no lo comprendan» sosiega mi conciencia aunque me lleve por delante la libertad de elegir que es sólo suya.

Y es que el recalcitrante fundamentalismo que hemos heredado se cuela hasta debajo de la mesa. ¡¡porras!!

Creo que la Política es un bien necesario, así como los políticos. No, no me equivoco. Repito: la Política es un bien necesario. Yo la definiría como el arte de hacer lo posible en cada circunstancia para el buen gobierno de los pueblos.. Y si eso es (aproximadamente) cierto, los políticos son necesarios para hacer posible la Política. Al menos yo lo entiendo así.
La Política no es, no puede ser, fundamentalista y la Constitución tampoco. Si todo pivota sobre el bien de los ciudadanos, las Leyes, las normas, la forma de gobernar son cambiantes porque los pueblos y las sociedades lo son.

Otra cosa muy distinta son las actitudes de algunos políticos. Ahí el temido fundamentalismo entra a saco. Hay cantidad de políticos que se creen portadores y vigilantes de la verdad. Sólo su partido es el garante de las libertades y ellos son los vigilantes del arca de sus esencias. Pero resulta que a ese tesoro maravilloso se le ve, a través de los políticos de esa raza, el plumero. Plumero que se traduce en afán de mando, el poder por el poder, imponiendo, si le dejasen, por la fuerza, aquello que sólo los ciudadanos pueden elegir haciendo uso de su libertad: lo que quieren o lo que les conviene.

El político-fundamentalista no acepta la alternancia ni la derrota, descalifica al oponente, lo maltrata, no le interesa el diálogo lo descalifica por sistema y, si pudiera, lo fulminaría para que no existiese. Traiciona los fundamentos de su mismísimo partido, que alguien fundó con la sana intención de competir en libertad; porque así, nadie le impide correrse a los extremos más doctrinarios para aglutinar, en pos de sí, a los ciudadanos que como él son fundamentalistas de pura sangre. Y es que aún existen, a pesar de los años, quienes, llamándose demócratas, echan de menos los modos y las formas que nos metieron en cintura a generaciones enteras.

Pero a mí, querido destinatario, me gusta justificar todo, incluso las posturas más inaceptables. Siempre hay alguien que se oculta detrás de la cortina y, en este caso, alguien que presiona porque es el más poderoso. Ni políticos, ni leyes ni gaitas. El que manda, el que condiciona y coacciona, el que fundamentaliza lo que toca aquí y en todo el orbe es el Poder Económico. A él se esclavizan y a él se rinden muchos ciudadanos y legiones de políticos, porque sólo él es capaz de otorgar, por el camino más corto, aunque sea el menos lícito, a lo que aspira el hombre desde hace millones de años: EL PODER sobre los demás.

Por eso esta mañana de Julio en que acabo esta carta me entristece y me pone de mala leche que se califique de antisionistas a cuantos se oponen a lo que todos, en el fondo del corazón, odiamos: la guerra injusta.

Y es que una vez más el mayor fundamentalista es el dinero. Y el dinero necesita en esta ocasión territorio. Que te conste que a mí también me gusta el dinero, pero limpio.

Buena jornada, amigo.
PEPE

Posdata: No te olvides que hasta los más acérrimos fundamentalistas se auto proclaman demócratas. No dejes que te tomen el pelo, hombre.

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  1. José Montilla Cazorla 18 años ago

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