Y es que en el dichoso AGOSTO se junta todo lo que amarga; ahogados en las playas, incendios, apagones; la puntualidad se toma vacaciones en trenes y aeropuertos; inundaciones espeluznantes en la India; terremotos asoladores en Perú y hasta la Bolsa se lanza a la deriva por los rápidos de los ríos hipotecarios; hay más muertos de tráfico, y… hasta en mi propia casa, a las 9 de la noche del día 15, Fiesta Mayor, se me quema el cuadro eléctrico sin posible reparación. Oscuridad total hasta el día siguiente. Las ventanas, abiertas a la luna de agosto y al campo libre, me sorprenden de madrugada con los efluvios de la ciudad que me envía la depuradora instalada a dos kilómetros. ¡No puedo con agosto!.
Mis nietos me acusan de cabreo constante: “En mi niñez, les reprocho, cabreo era palabra castigada con el pimiento picante que nos aplicaba mi madre, como lo hacía tambien con las de cabron, pijo o puta”.. Se me ríen en las barbas porque no entienden que les recrimine lo que ya es normal en sus lenguas, cada día más sucias.
Como soy un optimista irrecuperable, espero la noticia que alegre mi talante veraniego y, de pronto, en plenas vacaciones, aparece Fraga sacándose la capucha de fraile arrepentido, para mostrarnos la “cabeza mejor amueblada “ en toda su plenitud franquista.
Lo dicho viene a cuento, porque parece que este síndrome estival afecta a mucha gente y a muchos colectivos intocables. Que se lo digan, si no, a la Rosa Regás.
Como todos los años los periódicos se aburren a sí mismos y, en su muermo, tratan de manchar páginas, otorgando titulares a lo que el resto del año pasaría a un rincón casi inadvertido, como en mayo pasó de puntillas la noticia de que hay operaciones de alto alcance para que la derecha más mostrenca se apodere más, si cabe, de los medios de comunicación. Murdoch prepara la emboscada y Aznar le teje la trampa. Y es que ese franquismo absolutista y antidemocrático, que creíamos extirpado, vuelve con furia a ser el gran mago de la oculta manipulación. Los que dirigen hacen bien lo que funciona en su provecho y, conociendo a sus parroquianos, saben que seducir a cualquier precio es la astucia más rentable. Y en eso están.
Una amiga me contaba, hace muchos años, refiriéndose a los embaucadores, que “ si un tío te encandila y te maneja, cuando te descuidas la tienes dentro”
Si viviese Goebbels me daría la razón y añadiría que “de todo lo que ocurre en este odioso agosto tiene la culpa Zapatero”.
Agosto.
Contraponientes
de melocotón y azúcar,
y el sol dentro de la tarde,
como el hueso en una fruta.
La panocha guarda intacta
su risa amarilla y dura.
Agosto.
Los niños comen
pan moreno y rica luna
Kierkegaard, S., La enfermedad mortal o De la desesperación y el pecado, pág. 49