Nacionalismo musical

En su libro «Historia de la Música Occidental» (Norton 1996), Donald Grout y Claude Palissca comparten con sus lectores algunas reflexiones interesantes sobre el nacionalismo musical. También existe material sobre el mismo tema en el diccionario de Grove. Sobre como la forma en la que su pueblo interpreta, honra y celebra su vida a través de la música supone una parte importante de la historia de un país.

En los siglos XIX y XX, canciones folclóricas, ritmos nativos y mitos heroicos inspiraron a la música europea, pero en algunos casos también dieron expresión a una lucha política por la independencia o la libertad. Un ejemplo sería Finlandia, donde la música de Sibelius hablaba sobre y por el corazón de una nación que, tantas veces a lo largo de su historia, había sido ocupado y instrumentando por otro país. Y tristemente Wagner fue utilizado por los nazis para propagar el disparate de la pureza racial de los blancos.

Existió algo del mismo tipo de compromiso deliberado – aunque sin la dimensión política – en Rusia. Mikhail Glinka (1804-1857) es considerado como el fundador de una escuela nacional específica de música. Aquí tenemos una conexión interesante con el tema básico de estos artículos, porque durante sus viajes por Europa donde conoció a Berlioz en Paris, Glinka llegó a España y fue cautivado por los ritmos de la música folclórica y danza de este país. Glinka influyó al grupo de compositores conocidos como «Los cinco grandes»; Borodin (1833-87), Mussorgsky (1839-81), Balakirev (1837-1910), Cui (1835-1918) y Rimsky-Korsakov (1844-1908). Todos ellos en cierta medida siguieron un camino nacionalista, tanto en el tema y el estilo de sus obras. ¿Y Tchaikovsky (1840-93)? Pues le entusiasmó el trabajo de los Cinco, pero nunca se convirtió en miembro del grupo. Comparado con ellos, ¡Tchaikovsky era cosmpolitanó más que verdaderamente Ruso!

Durante todo el tiempo que he estado investigando la música española, he tenido en el fondo de mi mente la tradición inglesa con la que tengo más relación y conocimiento. Edward Elgar (1857-1934) fue el primer compositor británico en más de 200 años que recibió reconocimiento internacional. Aunque no se incluye entre los compositores que se interesaban cada vez más por la música folclórica, su condición de Inglés es evidente en su línea típicamente melódica (grandes saltos y una tendencia de caída) que imitan a la entonación melódica de la forma de hablar de los ingleses. Esto es lo que sugieren Grout and Palissca, y tal vez tengan razón. Aunque a veces se compara la música de Elgar con la de Brahms y Bruckner, sus Variaciones Enigma, sus sinfonías y sus marchas Pompa y Circunstancia (que llegó a odiar) no podían haber salido de ningún otro sitio que no fuese la Inglaterra de la Época Eduardiana.

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