El concierto para violín de Brahms cerró la primera mitad del concierto. El artista que figuraba en loe programa se puso enfermo y la violinista nacida en Munich, Viviane Hagner, lo sustituyó, reemplazándolo a corto plazo. ¡Qué delicia que era escucharla y qué afortunados fuimos al tener tener una solista de tal calibre. Interpretó con inmensa delicadeza donde se requería en el segundo movimiento, con su tranquilo comienzo del instrumento de viento de madera; y con apasionada fuerza en el primer y último movimiento. Fue un privilegio escucharla y buscaré su nombre en los programas en el futuro Una artista maravillosa.
Yo pertenezco a un pequeño grupo de música de la «Universidad de la Tercera Edad» en Bath. Todos los meses, nos reunimos doce de nosotros, y esperamos nuestro turno para presentar un programa de nuestra música favorita en CD. Recientemente, uno de los miembros del grupo, mientras presentaba su selección, señaló que si algún día lo invitaran a elegir la música del mítico Desert Island (un programa de la BBC que ha sobrevivido muchos años), todas las obras serían de Brahms. Más tarde, yo confesé -ante la desaprobación del grupo- que Brahms es un poco aburrido para mí hoy en día; «no hay emoción», entoné pomposamente. El concierto de la semana pasada implica que tengo que revisar radicalmente esa opinión.
Otro tipo de Concerto para la segunda mitad, el Concierto de Bartók para orquesta, escrito en sólo dos meses y cuando estaba enfermo y se aproximaba el final de su vida en los EE.UU.. Sin duda es su obra maestra. Lo sé muy bien por una excelente grabación de la Orquesta de Montreal dirigida por Charles Dutoit, y la interpretación de la noche del jueves fue del mismo nivel. El trabajo está bien identificado, y cada sección de la orquesta se pone de relieve en diversos momentos de los cinco movimientos. Se trata de una música que ha de ser vista, además de escuchada y mis ojos viajaron de un intérprete a otro de modo que sentí que la estaba escuchando por primera vez.
B.R.
*Más tarde recibí una carta de la orquesta. Tuvieron que cambiar un programa a final de temporada, porque no podían permitirse el lujo de contar con los intérpretes adicionales necesarios para una obra de Richard Strauss. Este debe ser uno de los muchos ejemplos de cómo el gobierno británico está ciego ante la verdad de que la cultura no es un lujo, sino que contribuye al bienestar de la vida nacional, en la actualidad bajo una gran tensión.