Antes del crack financiero e inmobiliario, cuando a mediados de la pasada década el Vicepresidente del Gobierno Pedro Solbes iba al Congreso, en sus discursos se percibía una única obsesión: los problemas de competitividad de la economía española. No es un tema de ahora.
Hace unos días me lo recordaba Eloisa Norman, profesora de Economía Española de la UA. «Sin duda uno de los datos que más preocupaban lo largo de la pasada fase expansiva era el acelerado deterioro de las cuentas externas. Una tesis ganó adeptos, ¿su origen? la creciente debilidad de la competitividad de la economía española…»
Nuestras empresas exportadoras y la competitividad
Tras los intentos de hacer ajustes laborales y otras medidas cabe preguntarse si aquella obsesión de Solbes, por fin, en el marco de la severa crisis actual y entre los tambores de la buena marcha exportadora de la economía española presenta un punto de inflexión en su corrección.
Pero no es el caso, por desgracia, «nuestra competitividad – precio sigue en tan mal o en peor estado que en aquella época pese a que nuestras exportaciones se fortalecen manteniéndose a cuotas exportadoras a nivel mundial por encima de Alemania, no sólo en servicios (que han mejorado), sino incluso en bienes».
La razón de que nuestras exportaciones crezcan a un buen ritmo y gocen de tan buena salud es porque nuestra empresas exportadoras constituyen más bien un caso aparte. Tal como señala E. Norman: «al hablar de empresas exportadoras en España debemos referirnos a características que no corresponden con la media: son de mayor tamaño, más innovadoras, más productivas y, por supuesto, con niveles de competitividad por encima de la media. No compiten vía precio, sino más bien, vía diferenciación, calidad y marca, viéndose poco sometidas a las presiones de precios (menor elasticidad-precio de la demanda)».
La competitividad y la cultura del trabajo en España: actitudes, motivaciones e incapacidad empresarial…
Falta por tanto, generalizar esos indicadores presentes en las empresas exportadoras hasta convertirlos en la característica media del tejido empresarial ¿qué falla? ¿cultura empresarial? -se pregunta E. Norman- «Sin duda, pero también la cultura del trabajo«.
Tengo que reconocer que política y socialmente pocos nos atrevemos a decir esto. Y todos somos conscientes de que tenemos un serio problema con cinco millones de parados, empresas vulnerables, economía sumergida, debilidad emprendedora…. ¿pero y nuestra cultura del trabajo? respecto a otros países europeos, Asia, etc?
Según E. Norman, «el problema pareciera estar no tanto en la calidad de la enseñanza (tenemos el ratio de estudios universitarios más altos de la OCDE) sino en la actitud del trabajador: a nuestros alumnos, por ejemplo, les cuesta mucho entender la filosofía del amor al trabajo, de la entrega por la calidad (aprender vs aprobar).
Pero quien más perjudica a la cultura del trabajo es, sobre todo, quien lo dirige, perdido en los criterios del pasado (competitividad-precio) sin mirar al futuro (calidad). Resulta indignante la incapacidad del empresariado para valorarlo, para potenciarlo, para estimularlo.
Y qué decir de nuestras instituciones…»