sábado 3 de noviembre de 2007

Amor de padres

¿Nuestro amor de padres perjudica a nuestros hijos? Cada vez que pienso en esta cuestión me acuerdo de un vídeo de unos aficionados grabada en el río Kruger. Se trata de una historia entre búfalos y leones, los primeros luchan por salvar a una cría ya atrapada a las orillas del río y que se disputan cocodrilos y leones. Recomiendo que vean el vídeo con sus hijos si no lo han visto ya (es uno de los "clásicos" de Youtube).

Vídeo "amor de padres"



Amor de padres: falta o exceso de cariño

El amor de los padres está en la naturaleza. Todos los animales lo tienen hasta el punto de no dudar en arriesgar sus vidas para salvar a sus hijos. Es lo que ha explicado la supervivencia de las especies y la prologación de la vida en nuestro planeta. En su vertiente natural es algo institivo, grabado en nuestros genes. Quizás el problema viene cuando los humanos lo racionalizamos y/o socializamos. En nuestra sociedad se dan los dos extremos: la falta y el exceso de cariño.

Nuestra sociedad es acaparadora de los adultos social y laboralmente hablando. En muchas familias acomodadas es palpable la escasez de tiempo para atender a los hijos; esa falta de atención trata de ser compensada y suplida por la concesión de un bienestar material que, en muchos casos, llega a alcanzar el despilfarro y una influencia negativa en los hijos. En estos casos hay una actitud hacia los hijos que puede caer en:
  • Educación muy permisiva en general.
  • Excesivo tiempo en juegos (TV, Play Station, videojuegos...) y otros caprichos.
  • Permitir actitudes caprichosas y escasa capacidad para asimilar la disciplina.
  • Educación sin valores.
  • Escasa comunicación entre padres e hijos.
En la adolescencia esa "siembra" educativa suele traer consecuencias muy negativas que revierten en una mayor incapacidad de comunicación entre padres e hijos y una preocupante actitud de los adolescentes hacia la vida en general.

Tan mala es la falta de cariño como el exceso de cariño, especialmente si va traducido en actitudes excesivamente proteccionistas hacia los hijos. Estos deben aprender a ser independientes, a valerse por si mismos, a asumir sus propias experiencias, que en definitiva, les convertirán en personal adultas.

Dosificar nuestro amor de padres es una tarea compleja, pero imprescindible a la hora de no influir negativamente en nuestros hijos: ni por exceso, ni por defecto.

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lunes 8 de octubre de 2007

Mi hijo es un vago

Sí, mi hijo es un vago. Esa vitalidad y energía que caracteriza a los chavales antes de que cumplan los doce-trece años, se va perdiendo para algunos conforme entran en la adolescencia. Mi hijo Quique es uno de esos. Los días que no tiene que ir al colegio intenta levantarse lo más tarde que puede (si nos descuidamos eso pueden ser las doce o más del mediodía), regateando hasta el último minuto en la cama. Desayuna plácida y tranquilamente para ir directo al sofá y encender la TV. Allí también recupera rápidamente la "posición horizontal". Una llamada de atención y va a la ducha a desgana para eternizar plácidos momentos de mirarse al espejo.

A partir de este momento todo será una lucha durante todo el día para que recupere la posición vertical, tan ganada a pulso por homo sapiens. Sin embargo, el homo desidiosus adulescentis no ceja en su empeño y se vuelve a tender en su cama con la ipod, la PSP o su ordenador portátil. Cualquier invitación a salir fuera o realizar alguna actividad (compras, andar, hacer ejercicio...) es respondida con una negativa de una víctima a la que se obliga a hacer un gran sacrificio. Si fuera por él se quedaría 24 horas en la cama.

Los adolescentes y su vagancia

Esta actitud que es extensible a muchos adolescentes acaba afectando a la marcha de sus estudios. Buenos estudiantes pre-adolescentes se convierten en perezosos y empiezan a tener serios problemas para superar el curso. A veces también desembocan en depresión juvenil, sobrepeso, etc .

Algunos especialistas creen que esta actitud de pasividad, pereza y vagancia se debe al "miedo de los principiantes a cometer errores". Ello les refugia en una actitud psicológica pasiva y inhibidora. Los adolescentes tienen un cuerpo de adulto y un cerebro de niño. Generalmente no desarrollan una memoria de razonamiento, lógica, de planificación y de trabajo hasta que no alcanzan los 17 años. Esto les propicia en parte que parezcan perezosos, cuando en realidad todavía no tienen los "recursos" necesarios para comportarse como adultos.

Los expertos dicen también que el entorno urbano ha agravado estas tendencias juveniles. En el campo su rápida incorporación a los trabajos y tareas propias del medio rural neutralizaban cualquier tipo de pasividad de forma natural. TV, Internet, Ipod, PSP, Play Station, etc. parecen echas a medida de los adoslecentes a la hora de incentivar su pasividad y pereza.


Mi hijo es un vago: qué hacer en estos casos

Con vistas a compartir e intercambiar experiencias, recogemos ideas de padres y otros expertos con el propósito de que se vayan incrementando con vuestras aportaciones.
  • Alistarlo a que haga deporte (un gimansio, un equipo, etc). Es muy importante que esté en buena forma física y que esto contribuya a neutralizar tendencias perezosas. El problema será vencer la barrera inicial. Para esto es importante contar con un aliado o aliada, hermano, amigo, etc, que ya realice esta practica y lo introduzca de forma envolvente en el ginmasio o equipo deportivo.
  • Actividades escolares, relaciones sociales con gente de un entorno activo en materias interesantes para su edad. Si está bien integrado en el colegio es la foma "natural" de hacerle que partícipe en deportes u otras actividades y supere fácilmente su pasividad y vagancia.
  • Limitar el uso y tiempo dedicado a juegos y gadgets electrónicos (Play station, PSP, ordenador, etc). Algunas investigaciones muestran respuestas distintas en cerebros de adolescentes y de adultos, con perjuicios para los primeros.
  • Darle confianza en sí mismo a la hora de tomar iniciativas que le gustan y son saludables.
  • Intentar que progresivamente vayan comprendiendo el valor del tiempo (la necesidad de no perder el tiempo y aprovecharlo bien)
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posted by Euroresidentes at 11:00 3 comments