El dinero no compra la lealtad
Según un artículo publicado esta semana por The Guardian, la marcha de Dennis Crowley y Alex Rainert de Google, a comienzos de este mes, ha causado un revuelo en la compañía. Estos jóvenes emprendedores vendieron su red social Dodgeball a Google en el 2005, mediante un acuerdo que algunos estiman alcanzó los 30 millones de dólares (unos 22 millones de euros); pero, para ellos, estos dos años con el grupo de California han sido suficientes.
«No es un secreto que Google no estaba respaldando Dodgeball del modo que esperábamos», señala Crowley. Su decisión de abandonar la compañía pone de manifiesto el creciente problema de Google para mantener al personal con independencia económica.
Desde sus fluctuaciones en el mercado en el 2004, la compañía ha hecho millonarios a miles de sus empleados accionistas, además de a Chad Hurley y Steven Chen, fundadores de YouTube, y a los accionistas de la empresa de publicidad DoubleClick, adquirida por Google hace dos semanas.
Ahora, el gran problema es conservar al personal que se ha hecho rico. Por ejemplo, Aydin Senkut, que entró en Google en 1999 para supervisar el desarrollo internacional, cuando la empresa contaba solo con 50 empleados (muchos menos de los 11.000 que tiene ahora) se hizo rico, como muchos otros empleados de Google, cuando la empresa salió a bolsa. Finalmente, en el 2005, dejó el grupo para establecer su propia empresa, Felicis Ventures. Tras pasar seis años en la compañía y sentía que había llegado la hora de probar algo nuevo, señala Senkut, así que cogí una excedencia para cargar las pilas y pensar si quería continuar. «Me dí cuenta […]I de que lo que echaba de menos sobre todo era el sentimiento de un comienzo, de construir una cultura».
Aunque Google ha rehusado realizar comentarios acerca del número de empleados que han hecho una gran fortuna con sus fluctuaciones, un informe sugiere que la cifra ronda las 900 personas.
Lise Buyer, estratega empresarial y veterana de Wall Street, llegó a Google en el 2004 y lo abandonó posteriormente para establecer su propia consultora, llamada Class V Group. Según ella, el conocido cliché de Silicon Valley, de que el dinero no es lo importante, es real. «En general, independientemente del dinero que tenga en el banco, la gente no deja un trabajo que le encanta, a menos que sea para perseguir una pasión».
Es por eso que Google incentiva a sus empleados con extras, como escapadas a esquiar, beneficios para el cuidado de niños o el famoso «20% de tiempo», que les permite salir de la rutina y poner en marcha sus propios proyectos. En concreto, a los ingenieros que desarrollan y mantienen las tecnologías los tienen en palmitas.
Según Buyer, la clave está en que el trabajo sea intelectualmente gratificante. Por cada empleado que se va de Google hay muchos que se quedan. De hecho, las cifras de personal casi se han cuadriplicado desde la fluctuación del 2004, pero mantener la magia de una empresa en sus comienzos es complicado.
«La etapa del comienzo fue especial», señala Senkut, que todavía conserva una importante participación en Google. «Y es imposible recuperar ese sentimiento». Según él, a pesar de los esfuerzos de la compañía por conservar esa magia, sentía que ya no era la misma compañía en la que había empezado años antes.
Fuente: Technology Guardian