UNA SEMANA SANTA ¿INCOHERENTE ?



Ayer, Viernes Santo, y siguiendo mi costumbre de treinta años, he escuchado, junto a mi silencio, la Pasión según S. Mateo de J. Sebastián Bach. Un año más, y sin más pretensión que la de dejarme llevar por los sentimientos personales, he vuelto a bucear en lo más profundo de mí mismo y, con el vértigo de mi espejo, me he encontrado con mis fantasmas que me han sumido en una reflexión personal sobre mi paso por este mundo, mi comportamiento con mis otros, y mis quehaceres como habitante de un planeta que no me es ajeno: en fin… cosas mías provocadas por ese milagro de cita con el espíritu que es la música.
Y es que, si uno quiere, se fabrica con muy poco una cueva de encuentro para la conciencia.
Y en ese revivir escenas del pasado, que ya se me hace muy largo, he recordado esta Semana en mi niñez: no se podía cantar, ni gritar; la radio enmudecía , los cines cerrados, espectáculos prohibidos por ley, y, si los dias eran grises y lluviosos, mejor. Divertirse, siquiera en el dormitorio conyugal: pecado mortal.
Sólo los sermones que incitaban al ”recogimiento” y que se divulgaban para ayudar a la meditación y al arrepentimiento, llenaban la escena . Radio Nacional retransmitía las Siete Palabras desde Valladolid con presencia puntual de los Mandos.
España entera era un ejemplo de fe. . Había que crear por encima de todo el clímax de devoción y respeto a lo sagrado para demostrar al mundo nuestro bastión de valores eternos.

Se trataba de conseguir el ideal: convertir a los españoles enracimados y pasaportarlos al cielo.
Debe haber muchos que piensen que aquello sí era una Semana Santa «como Dios manda».

También estos días he escuchado por radio – cuando era joven participaba en la calle- las crónicas y las repeticiones del espectáculo y el jolgorio que la pasada noche ha satisfecho el protagonismo y la diversión de millones de españoles.
Vírgenes de cien nombres : bajo palio, sobre tronos o postradas; con miradas doloridas o con semblantes de muñecas adultas. Todas compiten como compiten sus acérrimos partidarios que una vez al año matarían por defenderlas. Cristos en la cena con manjares frescos del mercado, en oración, en la columna, arrastrando la cruz o clavados en ella, agonizantes, desprendidos y yacentes; cientos de atuendos; coronas, tronos rebosando flores, baldaquinos , palios que realzan vestimentas bordadas en oro y plata sobre telas negras, rojas, sienas, purpuras, cárdenas, magentas, blancas, esmeraldas, azules oscuros y celestes. Y miles de nazarenos, cofrades,costaleros, devotos o penitentes, a cara descubierta u ocultos; todos entusiastas bajo un arco iris de colores y de formas con las faldriqueras rebosantes de caramelos, dulces y regalos para sorprender y jugar a adivinar a los niños, las mozas, los amigos, las madres o los abuelos.

Cierran la comitiva los soldados, armados, centurias de acerados muchachotes con una disciplina y un aire de film americano que disputan entre cofradías el honor de proclamarse los mejores de la fiesta. Cerrando el cortejo las bandas de música , que tambien compiten, con sus trompetas sus tubas sus tambores y timbales encogiendo el alma para amedrentar las calles y crear el clima de la tragedia que se representa, ” ¡ Todo un mundo de festejo candente de luz y de color!” como diría el cronista.
Nada que oponer, y así debe ser.
Me gusta que la gente se divierta porque la diversión ayuda y colabora a vivir con alegría lo que la misma vida conlleva de tragedia. Y cada uno se divierte con aquello que estima más estimulante para olvidarse de la realidad cotidiana. Y tambien reza quien quiere y cuando quiere
Según la Historia, el hombre ha celebrado desde sus orígenes los cambios de estaciones. Todas las razas, todos los pueblos lo hicieron, y lo hacen, ante las cámaras o ante las selvas. Y así será mientras el hombre exista.
Todas las religiones han querido aprovechar ese ancestral instinto, convertido en necesidad de pausa, para llevar el agua a su molino tratando de teñir con colores de trascendencia religiosa lo que sólo es eso: fiesta, diversión, y, aprovechando la renovación de la Primavera, expulsar a patadas los demonios que asfixian el alma.
¿ Por qué empecinarnos en mezclar churras con merinas?
Respetar la libertad de elección aun parece sueño imposible.
Nuestras procesiones son presididas, en lugar de excelencia, por sacerdotes u obispos acuñando
con su ” nihil obstat” la validez del espectáculo.
Yo quiero pensar que mas de un reverendo, en un rasgo de coherencia se preguntará para sus adentros:
¿ y que pinto yo aquí?.

17 Respuestas

  1. pablo 17 años ago
  2. Sinchu 17 años ago
  3. Anónimo 17 años ago
  4. atalanta 17 años ago
  5. Anónimo 17 años ago
  6. rafael 17 años ago
  7. Nati 17 años ago
  8. Anónimo 17 años ago
  9. Nati 17 años ago
  10. Nati 17 años ago
  11. Anónimo 17 años ago
  12. Anónimo 17 años ago
  13. Anónimo 17 años ago
  14. Nati 17 años ago

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