Cuando me enfrento al teclado después de varios meses de ausencia, me siento deudor. No me importa si mis escritos llegan a muchos o pocos, si entretienen o aburren; tampoco sé si alguien me echa de menos o si se me ignora. La verdad es que nadie me reclama nada, pero no puedo evitar ese sentimiento de obligación incumplida; la desazón de quien, pudiendo, no ha hecho lo que debía. Lo lamento ante el juez de mi propia intimidad y ante el jurado de quien crea que no digo sandeces cuando pretendo sacarle punta a mi vida
Hace ya dos años que, ante mí mismo, me comprometí a escribir sobre lo que llamara mi atención sin más ánimo que el de traducir a letras lo que pudiese interesar a otros desde mis experiencias personales. Me prometí a mí mismo no traicionar mi libertad y sentarme a escribir cuando me viniese en gana. Pero la gana es mala consejera. Lo puedo asegurar, “mea culpa” .
Pepe, parece que los comentarios que se te envían no salen «en pantalla». Revisa el engranaje, algo falla.
Supongo, Pepe, que ese «sentimiento de culpabilidad» tras el que te escudas, no es más que el deseo, o necesidad, que tenemos los humanos de comunicarnos. Y hoy más que nunca (¿o no?)por el caldo de cultivo tan propicio en el que vive la soledad. Antes existían los famosos «diarios» más o menos íntimos, las correspondencias -recuerda el verbo cartearse, la frase «te debo carta» etc- y las visitas a los amigos, casi un ritual. Todos esos modos y maneras se nos fueron al fondo del baúl, pero la tecnología nos ha puesto delante otra posibilidad que nosotros, los que ya tenemos algunas «secuencias» acumuladas, aceptamos con la idea de darles una mano de nostalgia y nos sirva para sustituir todo aquello que pronto quedará sólo en los libros o en las películas de «época»- Ley de vida, solemos decir.
Pero, ¿por qué no usar esta nueva via? Se presta a la sinceridad, al tener delante algo parecido a la propia conciencia. ¿Algo parecido también al antiguo confesonario?
Hagamos uso de ello, qué caramba, ¿no te parece?. Bebamos el vino y discutamos la cosecha. Y mientras, que decline el sol; ya saldrá la luna.