No acabo de entender, y me preocupa de veras, que en esta España nuestra se insulte mucho. Los políticos insultan a políticos y, de paso, a nuestra inteligencia; en los foros de Internet el insulto soez es moneda corriente; en la calle, ni se te ocurra mirar más de un segundo a ese grupo que vocifera alrededor de un carrito de la compra lleno de bebidas; en la carretera, ojo al que te come por detrás sacándote las luces para adelantar deprisa, deprisa. ––«Pareciera que vivamos en permanente estado de crispación», comentaban en la tertulia veraniega. Y no falta razón si consideramos noticias como que muera una mujer de dos disparos a resultas de un simple incidente de tráfico; o que aumente el número de padres maltratados por sus hijos, por ejemplo.
¿Hay quien lo entienda? Pues que lo explique. Aunque quizá pueda hallarse una explicación en el siguiente mensaje de correo electrónico que recibo: «¿Puedes darme la ‘alluda’ que te pedí o te ‘a’ surgido algún impedimento?» Sí, han leído bien. Dos faltas de ortografía así de gordas en una sencilla frase, escrita por un titulado universitario. Y ya he llegado adonde iba: entre las 200 universidades del mundo mejor valoradas no hay ninguna española. Mucho Casillas, mucho Iniesta, mucho Nadal, mucho Contador, mucho Gasol, mucho Alonso –que está muy requetebién y con ellos nos alegramos– pero en asunto de Enseñanza, a la cola. Esa mediocridad educacional e investigadora sin duda es el reflejo de un sistema educativo, al pairo de que un Gobierno modifique al anterior y de que cada Autonomía haga de su capa un sayo.
Líderes en descalificarse mutuamente, campeones de la confusión, animadores de sentimientos irreflexivos, nuestros políticos destacados (o sea los que aparecen en la tele un día sí y otro también) precisan de una respuesta social razonadamente crítica (y ahí entramos usted y yo) cuya ausencia está propiciando la falta de diálogo, la escasez de información veraz y, en definitiva, el enfrentamiento inútil en el debate del «y tú más».
Hace un par de semanas hablé de este tema en mi humilde blog. En mi caso me refería a los nuevos gurús de las redes sociales, que intentan adoctrinar a empresarios "que no están al día", y ellos cometen faltas de ortografía propias de un niño de cuatro añitos. Señor, yo no puedo impartir clases en mi universidad-aunque persisto-y por desgracia, también entre los docentes hay unas patadas al diccionario que se te encoge el estómago. Buena reflexión y triste, a la vez.