SEGURIDAD, JUSTICIA, INTOLERANCIA, PREPOTENCIA Y DESPUÉS

Días pasados una cantidad importante de ciudadanos se manifestó en la Plaza de Mayo reclamando por mayor seguridad y por justicia. Podrían haber sido muchos más pero la acción psicológica del gobierno a través de uno de sus más descalificados e impunes personeros logró que con amenazas, improperios y versiones atemorizadoras algunos se retrajeran ante la posibilidad de agresiones u otros riesgos.

Estas acciones podían provenir de los “convocados” para otro acto en contra a pocas cuadras y casi a la misma hora.

Los primeros fueron espontáneamente y motivados por un reclamo legítimo; los segundos fueron llevados en distintos medios colectivos de transporte, gratificados con algún dinero o con algún sándwich, todo ello a cuenta del paraíso prometido por los progresistas que manipulan la pobreza para su servicio y designios.

El único que no se da por enterado de todo esto es el Gobierno. No opina sobre los atropellos de sus personeros con lo cual los avala, ni se hace receptor del reclamo por mayor seguridad y justicia con lo cual descalifica a los preocupados.

Al mismo tiempo inicia una campaña de desprestigio contra quien lideró la convocatoria con la osadía de hacerlo en la Plaza de Mayo, propiedad, parece ser, de un solo sentimiento político a tenor de la distribución de méritos que hace el Gobierno, según su escala. Quien tuvo esa osadía ya es presa fácil de los alineados por monetaria voluntad, de los periodistas acostumbrados a los “sobres” del poder y de todo aquel que quiera prestarse a destruir a un hombre cuya imagen más convocante deviene de aquel momento en el que sepultando a su hijo asesinado por la violencia esfumaba su blanca cabellera confundida en un llanto interminable mientras juraba frente a esa tumba dedicar su vida, como lo está haciendo, en la lucha por la seguridad y la justicia.

Como el peor enemigo de la indignidad es el digno al que no le pueden encontrar otra cosa, es entonces cuando deben poner en funcionamiento la maquinaria de la injuria, el agravio, la difamación, la mentira y el juicio falso. Hasta estos días esa es la única respuesta que se conoce del gobierno sobre el reclamo manifestado.

Claro, pero como puede haber reclamos? , a quién se le ocurre semejante atrevimiento?, quién puede estar en desacuerdo con el gobierno? .

En un país donde poco a poco todo está controlado o sometido: el congreso, la justicia, los gobiernos provinciales, los municipales, los gremios, los medios de comunicación, los pobres y todo aquello que tenga precio o se le encuentre, salvo exquisitas excepciones, es difícil suponer disensos o reclamos.

Por otra parte la inseguridad es una apreciación o una sensación, según los responsables de detenerla y los que en lo que ya podría llamarse complicidad por ocultamiento de pruebas niegan las estadísticas de crecimiento de los delitos porque ahora se han convertido en información reservada.

Esto es una abreviada síntesis de todo lo que podría decirse y apreciarse sobre la intolerancia y la prepotencia oficial frente al hecho relatado. Es preocupante.

Pero más debemos preocuparnos hacia el futuro, este es un simple y primario ensayo de lo que vendrá.

En momentos de posibilidades para hacer un manejo espléndido de los recursos del estado que permite doblegar voluntades, acallar disidencias, uniformar opiniones, disciplinar gobernantes, disponer discrecionalmente de las “cajas” del poder, manejar la justicia, quitarle significación al parlamento, domesticar los sindicatos, atemorizar o castigar a los empresarios y dejar a otros que sigan nadando en las dulces aguas de la corrupción y un largo etcétera sobre todo lo que hace a la degradación institucional y a la desfiguración del sistema republicano pareciera que no debiera importarle al gobierno una manifestación digna, respetuosa y espontánea como la que ocurrió.

Imaginémonos entonces cuando no se den todas esas condiciones cual puede ser la reacción de este gobierno frente a diferentes y frecuentes reclamos.

Será que para entonces este ensayo de ahora ya estará en desarrollo y contará con fuerzas populares de choque para salir a sofocar a los disconformes que seguramente lo único que desean es volver al pasado, al proceso militar o a cualquier otra descalificada etapa de la historia con tal de impedir esta gloria progresista a la que sólo pueden aspirar algunos argentinos. Menos que nada los que puedan tener alguna mínima voz de disidencia.

Será que entonces la espada flamígera del poder saldrá a impartir la justicia definitiva cortando la lengua a los que opinen distinto y cubrirá las calles del país con sus fuerzas de liberación o todo el armazón de dominación que se viene montando será para castigar a los innobles de la peor manera con la que se castiga para el escarmiento.

Lo de estos días es preocupante, pero es sólo un anuncio, una prueba, un prólogo. Todo hace suponer que vendrán tiempos peores para las libertades y para la dignidad. Más se supone esto frente al silencio oficial sobre las desatinadas provocaciones de los “barrrasbravas” rentados.

Preocúpense aún más los que en esas permanentes exteriorizaciones de maniqueísmo gubernamental quedan marcados como malos irrecuperables porque para ellos sólo está reservado ese infierno nacional que se viene armando a través de las intolerancias y los atropellos.

Las posibilidades de la acción directa contra los malpensados tiene una doctrina en la cual fundamentarse. Basta repasar todos los discursos del Presidente para deducirla con total claridad: no se encontrará una palabra, una alusión directa o indirecta, una invocación o un deseo por la unión nacional o la unidad de los argentinos. Somos los unos y los otros.

Luis Antonio Barry
5 de setiembre de 2006

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