“POSICIÓN” u “OPOSICIÓN”

Es una cuestión de método. No me considero ni quiero figurar como oposición. Si bien es una manera de formular una distinción también tiene un riesgo, el de adquirir una actitud parasitaria. Tal vez sea por eso que a lo que así se llama pareciera haberse convertido, en una gran parte, en la suma de “cronistas” políticos más que proponentes de las ideas diferenciadoras.

La posible actitud parasitaria deviene de actuar y opinar sólo en función de las cuestiones que plantea el gobierno, que saca y pone temas sobre el tapete según sus propios criterios de conveniencia y oportunidad sin que se compadezcan con los intereses y necesidades del país.

Preferiría hablar de “posición” más que de “oposición” con el sentido de afirmar y reafirmar las ideas y los propósitos que surgen de las propias convicciones. La sola enunciación marcará la diferencia por comparación pero comprenderá la ventaja de continuar con una línea de pensamiento ajena a los avatares de las circunstancias. Estos sólo son episodios de la cotidianeidad que se agotan en proporción al interés oficial en mantenerlos en relevancia.

Las ideas de fondo que hacen a los intereses permanentes de la nación deben ser la respuesta constante a las improvisaciones, a los desvaríos, a los atropellos, a las mentiras y a toda esa suma de males que mantienen un presente con grave compromiso del futuro.

Por sólo tomar como ejemplo dos temas diría que una cosa es discutir y referirse a las medidas sobre energía o sobre el campo y otra cosa es fijar posiciones sobre lo que se ha dado en llamar la matriz energética argentina y sus acciones consecuentes como del desarrollo y mejoramiento de la que ha sido la producción básica del país y que ha servido para sortear dificultades económicas en diversas etapas.

Creo que se advierte la diferencia y por ello comencé hablando de una cuestión de método, pero que hace a lo esencial.

No significa dejar de lado el ejercicio de la capacidad, y la obligación, de denunciar todo lo que se deba.

Con la línea enunciada se podría elaborar un largo temario de afirmaciones del cual surgiría el contraste. Sin pretensión de agotarlas podría referirme a algunas.

Postular la austeridad como virtud republicana desnuda a la soberbia entronizada.
Defender a la justicia y a su dignidad como recurso último del hombre para dirimir sus diferencias y de la sociedad para equilibrar los comportamientos nada tiene que ver con la impunidad de algunos, la presión sobre los jueces y la manipulación de los organismos de contralor.

Reafirmar el sentido republicano constitucionalmente consagrado desestima la permanente erosión de las instituciones expresada a través de facultades extraordinarias, exceso en los decretos de excepción, desprecio y sometimiento del parlamento y otras manifestaciones de absolutismo que se registran y que dejarán notorias cicatrices en la cultura cívica.

Reiterar el sentido federal como otro atributo nacional conlleva el respeto a las autonomías provinciales y a los regímenes municipales lo que no se compadece con la extorsión política, la presión financiera, la provocación monetaria y la intromisión.

Creer en la dignificación social a través del trabajo y del esfuerzo como objetivo y entender a la asistencia necesaria como un recurso temporal hacia otros logros nada tiene que ver con la manipulación de la pobreza para fines políticos y beneficios personales de dirigentes ya que esto tal vez constituya la más infame de las actitudes, un verdadero atentado a los derechos humanos más básicos implicando la convicción de que el mantenimiento de la deformación llamado “asistencialismo” siempre será beneficioso para esos más bajos y reprobables fines.

Tener una línea popular de pensamiento como expresión de una idea positiva sobre las energías a liberar en pos de un desarrollo armónico y una justa distribución de los bienes nada tiene que ver con los populismos que pretenden pasar como ingenuos e inofensivos transgresores y que en verdad sólo son violadores de la democracia y sus formas, de las más elementales reglas de convivencia, atropelladores, patoteros y fervorosos adictos a las más burdas como a las más sofisticadas obras de corrupción.

Manifestarse una vez más por la libertad de expresión y el derecho al disentimiento repugna a quienes viven de la manipulación y extorsión de la prensa, de la descalificación de los que piensan distinto y de la amenaza contra todo lo que atente contra el pensamiento único.

Estas son algunas de las “posiciones”, habría muchas más. Pero creo que son suficientes y válidas al momento de probar el esquema de comportamiento propuesto. De ser así entiendo que se hará una contribución valiosa al verdadero debate que se plantea como cada vez más necesario o por lo menos servirá para que un futuro más propicio las rescate.

Con esa esperanza y como la del náufrago que arroja el mensaje al mar sin tiempo y medida, creo que debemos pensar que alguien lo recogerá y tal vez sea para bien.

Luis Antonio Barry
12 de septiembre de 2006

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