¿El fracaso de nuestras universidades?

¿Fracasan las universidades en EE UU?

Me ha impactado el título del artículo Our Universities: Why Are They Failing?. Si se habla de fracaso universitario en un país como los Estados Unidos, tantas veces puesto de modelo, algo realmente preocupante está ocurriendo con nuestras universidades, las españolas incluidas, claro,

He compartido con algunos colegas el citado artículo y me han enviado sus reflexiones. Alguno de ellos me comenta que, sencillamente, se está expresando un estado de ánimo sobre la universidad norteamericana que va tomando forma en la opinión pública.

Y esto si cala en la sociedad es peligroso, para las universidades, claro. Basta recordar las recientes propuestas de algunos directivos de empresas tecnológicas advirtiendo de los riesgos de una «burbuja educacional» (ver artículo Wharton ¿es una buena inversión ir a la universidad?) y recomendando una vía emprendedora al margen de las universidades.

La crisis, las empresas y las universidades ¿deben saltar las alarmas?

Llevo muchos años defendiendo que las universidades deben ser protagonistas en la sociedad del conocimiento y la necesidad de asumir ese papel activamente con capacidad de liderazgo y un sentido del compromiso social creíble, con resultados cuantitativamente relevantes. No hacerlo puede conllevar altos costes para nuestras empresas y nuestra sociedad en general, aparte de un lógico descrédito de nuestras instituciones académicas.

Si en Estados Unidos se habla de fracaso, un país donde su sistema universitario tiene referentes de éxito espectaculares en todo el mundo, donde sus universidades lideran los rankings internacionales, impulsan con éxito startups, empresas tecnológicas, buenas prácticas de transferencia de tecnología, ecosistemas de innovación… en España quizá deban saltar las alarmas y reflexionar críticamente sobre nuestros modelos, sus limitaciones y resultados.

La pasividad y el conformismo no han dado buenos resultados en otros sectores

Debemos tomar en consideración que el conformismo nos puede jugar una mala pasada. Todo parece señalar que con la crisis el grado de exigencia social se han incrementado considerablemente y que a las universidades no les basta con seguir ritmos históricos de innovación, cambio o mejoras tendenciales históricas en su actividad docente e investigadora.Las universidades deben de salir de sus torres de marfil. (más recientemente he escrito: 10 razones por las que las universidades deben salir de su zona de confort). La actual mezcla de crisis económica y muestrario de debilidades e incoherencias políticas y sociales adjuntas parece remover percepciones y cimientos antes incuestionables. No sólo los líderes políticos deberían estar preocupados por el auge de «Podemos».

Nuestra sociedad digital es más consciente y más exigente. La web social permitea los ciudadanos  tomar conciencia y compartir experiencias y soluciones. Las universidades deben prestar la mayor atención a la sociedad digital, algo repetido desde mil foros, pero a lo que parecen insensibilizadas las universidades que quizá guardan las formas pero no llegan al fondo que el asunto exige.

Las actitudes pasivas de otros sectores no deben ser referente, ni excusa para las universidades. No han dado buenos resultados.

Las universidades españolas y cinco millones de parados (antes, ahora ya seis)

Dadas estas circunstancias cabe suponer pues que la «presión social» hacia la universidad será, más tarde o temprano, mucho mayor en un país como España con cinco/seis millones de parados y unas expectativas de mayor desempleo en un futuro próximo.Es lógico de la sociedad, tarde o temprano, exija una definición actualizada del rol de la institución universitaria, así como la eficiencia de sus «respuestas» a la situación del mercado de trabajo.

En esa redefinición universitaria entran a mi juicio algunas cuestiones inaplazables. Pero el problema será quién, cómo y cuándo se llevará esta redefinición. Y, más concretamente, si se respetará la autonomía universitaria en este proceso.

Hay preocupantes indicios de una separación cada vez más peligrosa con nuestro entorno social. Siempre ha existido una distancia importante entre la cultura universitaria y la empresarial, pese a la buena voluntad puesta por ambas partes; pero cada vez es más evidente que exite una brecha digital entre una sociedad 2.0 cada vez más digital y una universidad anclada en buena parte en el 1.0 y sin capacidad para «reiniciarse».

En estos últimos años y coincidiendo con las duras exigencias de la crisis se ha ampliado la brecha entre la universidad y la empresa a la que he aludido. Las culturas en muchos casos son antagónicas y las medidas para remediarlas insufientes e ineficaces.

Cierto que las Escuelas de Negocios o algunas universidades privadas han hecho esfuerzos en algunos casos muy relevantes.. Pero una buena parte de la universidad pública española no ha reaccionado en suficiente medida a través de los instrumentos puestos a su alcance: OTRIS, fundaciones empresa, empresas de base tecnológica, emprendimiento, parques científicos, etc. etc. Es difícil saber si el problema está en los instrumentos y su regulación o en las propias instituciones. Pero quizá ya no es el tema en estos momentos.

Las políticas universitarias de los próximos meses

Los ajustes de los mercados imponen fuertes correcciones del gasto. Ahora se comprende mejor el sencillo concepto de «coste de oportunidad» porque la realidad impone sus reglas y el gasto se disputa entre sanidad, pago de medicinas, o alternativamente titulaciones sin demanda, alumnos perennes, o investigación irrelevante.
Así las cosas cabría preguntarse qué modelo seguirá España en un marco donde las fuentes internacionales de inspiración no son nada tranquilizadoras.Me recuerda Juanvi Sánchez el caso alemán en el que hace ya unos años, detectando cosas parecidas, se decidió dejar morir vegetativamente a las universidades ordinarias y crear cinco grandes federales. En este entorno no sería de extrañar que algunas universidades pasen a ser «colleges» o figuras similares. Estas inquietudes están ya plasmadas de forma implícita en los modelos de los campus de excelencia. Las universidades públicas deben ser competitivas socialmente, aportar valor a través de la formación y la transferencia de la tecnología a nuestro sistema productivo.

Sin embargo, olvidamos que las universidades públicas o privadas a las que no se les puede incluir en el «saco»del fracaso (Stanford, MIT, Harvard, Yale, Princeton, Columbia, Chicago, UC Berkeley, Oxford, Cambridge, Penn, etc.) cuentan en su mayoría con unos quince mil alumnos de media (la mitad de postgrado), lejanas de los macroagregados que se construyen o se han construido en países vecinos como Alemania, Francia, o previsiblemente en España que en algunos casos pueden multiplicar por cinco o seis esa cifra.
Y es que la agregación no mejora la calidad, permitiría tan sólo aparecer o ser visible en el ranking a través de la suma, pero sin ningún cambio cualitativo que nos haga acreedor de ello. Por tanto, quizás no estamos atacando las raíces del problema. De entrada, debería preocuparnos que en la pugna electoral actual, el debate universitario brille por su ausencia y eso que cinco/seis millones de parados piden respuestas.Lectura recomendada: 10 razones por las que la universidades deben salir de su zona de confort)

El artículo se actualizó en algunos párrafos con fecha de 13-10-2014


5 Respuestas

  1. Juanvi 13 años ago
  2. apm 13 años ago
  3. apm 13 años ago
  4. firoba 13 años ago

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