LA FIESTA DE MI PUEBLO

Mi desconocido amigo:

Mi pueblo es un pueblo privilegiado. Desde hace varios siglos ha sabido conservar una fiesta tan importante que la UNESCO la declaró en el 2001 Patrimonio de la Humanidad por su importancia como bien oral e inmaterial.

Estoy hablando evidentemente del Misterio de Elche.

Si desde el siglo XIV o XV mi pueblo ha sido capaz de conservar las esencias de las Representaciones medievales – origen de nuestro teatro, por encima de tantos y tantos avatares históricos que han hecho peligrar su propia existencia, y que hoy conocemos gracias a los estudiosos de nuestra propia historia, superando aquellos acontecimientos nacionales que han sacudido los cimientos de este país – es porque mi gente ha sido siempre consciente de que “LA FESTA” constituía la parte más importante de los valores de su propia identidad. Porque era eso, una fiesta popular, la más grande, su Fiesta.

Prescindiendo de otras etapas históricas que yo no he vivido, soy ya testigo de excepción de cómo en los años 40, y tras la tragedia de nuestra guerra, un grupo de próceres, poniendo mucho esfuerzo y dinero, lograron revivirla después del paréntesis obligado de los años más aciagos de nuestra historia.

Nada nuevo y… nada menos que añadir un eslabón más a la cadena que, junto a los que anteriormente fraguaron otros, y que hicieron posible la supervivencia de una joya única.
Aquel grupo de arriesgados enamorados de su Misteri, continuaba la tradición de la primitiva “Cofradía” que nuestros antepasados inventaron como soporte de la fiesta hasta que pasaron el testigo de la continuidad al Concejo Municipal, responsable en aquella época del gobierno de la Ciudad.

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Para mí, y supongo que para la mayoría de ciudadanos que creen en la democracia, el Ayuntamiento representa al pueblo que lo elige, para bien o para mal, y al que entregan
la responsabilidad de gobierno de la “Civitas” y de los bienes comunitarios que la integran, y que pertenecen al conjunto de los ciudadanos.

También es cierto que gracias a la estructura de los Estados modernos, y para salvaguardar de las ambiciones y los desvíos congénitos a la condición humana, existen procedimientos y una serie de organismos del mismo Estado que, por encima de lo local, se constituyen en custodios protectores de los bienes culturales que, como es el caso, trascienden los intereses puramente territoriales.

Esto ocurre en 1931 cuando por la Presidencia de la República Española se promulga el Decreto por el que La Festa es declarada Monumento Nacional, (es decir bajo la protección especial del Estado). Más tarde, y en 1948, aquella llamada Junta Restauradora se transformó en el Patronato Nacional del Misterio de Elche que delegaba las funciones más próximas a la Representación, en una Junta Local Gestora quien, hasta hace unos meses y apoyada siempre por el Ayuntamiento de la ciudad, ha hecho posible que el Misteri haya alcanzado las altísimas cotas de difusión y prestigio de que hoy dispone.

La dependencia en última instancia del Ministerio de Educación Nacional en tiempos de la Dictadura Franquista y, ya en la democracia, del Ministerio de Cultura y después con las transferencias autonómicas a la hoy Conselleria de Cultura, han constituido siempre un muro ante el que chocó la petición legítima del propio Ayuntamiento para que nuestra Festa volviese a sus orígenes y dependiera exclusivamente del pueblo a través de su máxima representación política.

Te confieso que yo no me atrevo a defender que ésta o cualquier otra solución fuese más adecuada, porque está por ver que cualquier político, una vez conseguida una parcela de poder, comparta con los ciudadanos cualquier decisión que él no tenga previamente predeterminada. No me gustaría que a estas alturas de mi vida se me considerase como un incauto iluso. Y a las pruebas me remito.

Cuando el Misterio, como una cometa, empieza a coger altura de popularidad, gracias a que los medios de comunicación toman protagonismo en nuestra sociedad y sus focos más potentes se centran en este hecho cultural tanto histórico como único, los poderes fácticos de todo tipo comienzan a acariciar la idea de coleccionar este maravilloso trofeo bañado de oropel entre sus piezas más codiciadas.

Ya en los primeros gobiernos de la Transición esta intención se transparentó al hacer posible que en la Junta local Gestora el número de votos tuviese el mayor peso a favor de las opciones afines tanto al Ayuntamiento como a la Generalitat, a la sazón del mismo signo político.
Esta Junta Local ha sido quien, ante la más absoluta inoperancia e inexistencia efectiva del Patronato Nacional, ha tomado día a día las decisiones. Ha estado, hasta hace unos meses, integrada por los representantes de los sucesores de aquella mítica Junta Restauradora de la posguerra, por otros personajes prestigiosos de la ciudad vinculados a la Festa y, en mayor número, por elegidos desde las instituciones políticas gobernantes y que, repito, al ser mayoría, asegurarían los votos en las decisiones trascendentales.

En consecuencia esta Junta, que tenía la máxima responsabilidad ante su pueblo, ha hecho uso de un tímido poder, puesto que sus raquíticos recursos y su dependencia por ley de la Consellería, la tenían sometida a la disposición de sus señorías, los políticos.

Todas estas circunstancias no otorgaban la posibilidad de plantearse proyectos que superasen los estrechos recursos que se recibían cada año y que alcanzaban exclusivamente al mantenimiento estricto de la FESTA.

Personalmente, y al margen de todo, debo transmitirte mi íntima oposición a que cualquier valor popular dependa exclusivamente de la donación “generosa” de los gobernantes. Al dinero público se debe acceder por derecho y no por favor o beneplácito del que lo administra. Esto genera a la larga, y a la corta, un sentido del poder, que en los gobernantes insensatos acabará pasando factura de su “magnanimidad” para humillación de quien lo recibe y fatal arrogancia para quien lo otorga. Pero habrá ocasión de hablar de estos temas. No me faltará oportunidad , seguro.

No obstante, sería injusto no reconocer que hubo, por parte de aquella Generalitat, un interés muy especial por potenciar el estudio y recomponer sus orígenes por considerarlo uno de los más importantes hitos culturales de la Comunidad e incluso, en puntuales ocasiones, efectuando aportaciones que de forma extraordinaria y con toda largueza (¿por qué no llamarlo justicia?) supusieron un gran avance en la difusión del Misteri y en la dotación de espacios y medios imprescindibles para mantener con dignidad la independencia de la Institución.

También lo sería no juzgar como sobresaliente a un Ayuntamiento que siempre salió al quite de tantos y tantos gastos, que se diluyen en las cuentas y las nóminas municipales, pero que han sido y seguirán siendo la parte más anónima y no por ello la menos importante en el proceso de conservación de nuestro más preciado signo de identidad.

Lo cierto es que con todas las dificultades, con las ridículas subvenciones, apechugando con el inmenso trabajo que origina una organización como ésta, y con unos reglamentos inadecuados, ahí siguen las Representaciones impecables en su organización gracias a unos ciudadanos que se han dejado horas y horas de esfuerzo sin más gratificación que la de ver cada año cómo vuelve a abrirse la “ mangrana” y hacer pasar a sus hijos la gloria de la Coronación. Así son las gentes de mi pueblo y así espero que sean nuestros descendientes.

Pasados de la Oposición al Poder, y de la mayoría relativa a la absoluta, los nuevos gobernantes autonómicos sólo hubieron de esperar tranquilamente a que el nombramiento mundial se produjese, gracias a las buenas gestiones del Ayuntamiento de signo político contrario, no lo olvides, para abalanzarse a organizar el ojeo. Si la pieza ya era codiciada por nuestros cazadores de trofeos, imagínate el atractivo que supone encontrársela coronada con el laurel de Patrimonio Mundial.

Ya una vez producida la denominación, la flamante Consellería de Cultura y Patrimonio anunció, con mucha antelación, la aparición de una nueva Ley que regulase la cosa y, para hacerse con la mejor parte en el reparto del botín, en esta ocasión se incluye a la Iglesia como tercer participante en el banquete. Lógicamente la tradición ya no importa Y así la institución eclesial, que no fue nunca más que el anfitrión que permitió el uso de su casa para celebrar cada año el acontecimiento, será un aliado, como siempre, de los colores ahora gobernantes. Pero no gratis, no, sino a cambio de que todos los gastos y mejoras para la mayor dignidad de la Basílica sean, también como siempre, a cargo de las arcas del Estado.

Y, más tarde, a los postres, será cuestión de negociar, como así se ha hecho, el reparto de los cargos.

Una vez más mi pueblo, y yo como otro cualquiera, volvemos a tener esperanzas en nuestros ciudadanos. Conozco a todos los nombrados en cada uno de los tercios en que se ha partido el pastel y de todos puedo afirmar que son buena gente y que defenderán una vez más la pervivencia de lo que ya es parte de nuestras raíces. No lo dudo ni un momento, pero con la misma franqueza reconozco que ninguno se apartará del papel que le hayan asignado. Tampoco se podrá evitar, tal vez, que unos aprovechen su nombramiento como plataforma personal, a otros de puro lucimiento ciudadano y , a los más, de ocasión para seguir dejándose la piel trabajando.

¿Novedad destacable en la nueva ley? A mí, mi querido amigo, me abre una luz de esperanza la regulación ¡¡ por fin!! de ese Patronato Nacional en el que sus miembros, por sus experiencias vividas y sus conocimientos especializados, deben marcar claramente , y sin que les tiemble el pulso, las directrices históricas , artísticas y culturales que debe seguir la “FESTA” y ahí mi deseo y el mucha gente es que, de una vez por todas, nos liberen de ese absurdo fundamentalismo localista y provinciano que siempre ha sido , con apariencias de purismo, el enemigo emboscado de las Representaciones.

Me despido de ti y, como se decía en mi época, queda a tu disposición tu amigo que lo es: PEPE

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  1. Anónimo 18 años ago

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