Desde que surgió el ‘Movimiento del 15-M’ no dejo de darle vueltas a la probabilidad de que sea el germen del cambio social que muchos reclamamos. Luego de 39 años y 3 meses de régimen franquista, muchos de los que aún jóvenes vivimos la Transición a la Democracia (una etapa ilusionante y esperanzada, a pesar de las convulsiones e incertidumbres que parecieron quedar finalmente enterradas con la asonada del 23-F del año 1981) no podíamos imaginar, de buena fe, el grave deterioro que sufre la actividad política 30 años después, hasta el punto de haberse convertido en el tercer gran problema que percibimos los españoles.
Cuando en 1986, siendo Felipe González presidente del Gobierno, saludamos alborozados nuestra definitiva entrada en la Comunidad Económica Europea (hoy UE) tampoco imaginábamos que la crisis económica actual nos pudiera amenazar tan seriamente con la quiebra. Para que hayamos llegado a este punto ha sido precisa la laxitud política ante la continuada codicia de un señor llamado ‘Mercado’, eufemismo en el que se agrupan especuladores de variada y casi escondida procedencia y condición, pero todos ejemplares de la misma especie avariciosa, mezquina para con quienes conviven en la pobreza y de execrables resultados para millones de personas que mueren de hambruna.
Mas, sin salirnos de nuestra propia sociedad occidental ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
Volviendo a la etapa de la Transición, probablemente entonces fuese necesario que todo girase alrededor de los partidos políticos de nueva creación.
Pero los casi 33 años de vigencia de la Constitución han aportado sobradas muestras de que hay muchas cosas que corregir. Por citar alguna, ahí tenemos a la Administración de Justicia cuyos principales órganos están condicionados por el nombramiento de los grupos políticos. El resultado es que la Justicia está contingentada y sus miembros, catalogados entre conservadores y progresistas (más algún nacionalista para medio disimular) de tal suerte que la percepción ciudadana sobre la Justicia se aleja de que ésta sea un ‘poder’ independiente.
Y en el plano económico, el señor Mercado dicta las normas a políticos en el Gobierno. Hace tiempo que los políticos no aspiran, como antaño, a alcanzar el poder para transformar la realidad, sino que, impelidos por el ahora omnipotente señor Mercado, cuando llegan al poder han de conformarse con administrar la realidad, que es bien distinto. La realidad actual es que todas las recetas para salir de la crisis, en cualquier país del mundo occidental, señalan en la misma dirección: el recorte de las prestaciones sociales, que a veces ya son pírricas, los cuales provocan enormes desigualdades, sobre todo si, como en el caso reciente de los barrios de Londres, Liverpool y Birmingham, los recortes alcanzan a programas culturales y educativos, que han sido reducidos en un 75%.
Ya ocurrió algo similar en París y hasta algún episodio similar en nuestra España (bien que, afortunadamente, sin la violenta furia vivida en Inglaterra) donde pareciera, si seguimos a la gran mayoría de medios informativos, que cuando Zapatero desaparezca del mapa político se va a arreglar todo gracias a la varita mágica que Rajoy esconde bajo el cómodo sillón en el que ahora está instalado. Tal creencia no es sino producto de la desinformación y de la incultura.
En mi modesta opinión, uno de los principales motivos por los que la particular crisis española tardará más en ceder, es el de nuestro atraso educativo. Es verdad que hemos avanzado mucho en este aspecto, pero… ¡veníamos de tan lejos! Que provincias como Alicante y Murcia registren un rápido crecimiento cuando el sector de la Construcción está en boga y, por el contrario, padezcan el mayor aumento porcentual de desempleo cuando dicho sector decae es un indicativo de nuestra falta de diversificación industrial. Ahora parece que todo el mundo reconoce que, como dice el viejo refrán, «no se deben poner todos los huevos en el mismo cesto» pero la realidad ordenada por el señor Mercado nos lleva a la paradoja de que los recortes también alcanzan a la Investigación y a la Educación. ¿Que es cara, dicen? pues recuerden la frase del hasta hace cinco años rector de la Universidad de Harvard, DerekBok, quien dijo que «si piensan que la educación es cara, prueben con la ignorancia».
En otras palabras, algo parecido ha venido a decir el actual ministro español de Educación, Ángel Gabilondo, pero no parece que los tiros presupuestarios vayan por ahí.
Y el caso es que tenemos la generación mejor formada de toda la historia española, con jóvenes investigadores que no desentonan de los del resto del mundo desarrollado, pero junto este positivo dato también figura que el 45% de los jóvenes desempleados abandonaron en Bachiller para irse a ganar un dinero rápido y fácil trabajando en la Construcción (ahora muchos de ellos están volviendo a las aulas) lo que significativo de la falta de cultura y de pensamiento crítico del que adolece nuestra sociedad.
No, no se trata de echar culpas a la juventud en general. Desde Hipócrates y Sócrates, es decir, desde hace más de 2.500 años, cada generación se ha quejado de ‘la juventud actual‘. Pero sí llama la atención el hecho de que una de las espoletas de las revueltas de París de hace más de un año, tuviese como raíz la llamada al despertar que, con su librito ¡Indignaos! hizo el nonagenario Stéphane Hessel; y que esta llamada tuviese como respuesta de seguimiento en España a otro nonagenario, José Luis Sampedro, con su libro Reacciona. ¿Es que han de ser nuestros más mayores los que llamen a la ‘insurrección pacífica’, a desperezarse del acomodamiento? Desde luego no son los jóvenes los culpables de que un 45% de ellos engrosen las filas del paro. Pero sí son, con nuestra ayuda, por supuesto, los que pacífica pero firmemente deben decir ¡basta! a la nueva dictadura, la del señor Mercado, cuyo poder también alcanzó a los medios de comunicación, como recientemente han hecho ver, entre otros, Günter Grass (Premio ‘Príncipe de Asturias’) e Ignacio Ramonet.
Pero esto de los medios informativos merece un comentario aparte. Prometo hacerlo cuando vuelva de mi semana de descanso. Por hoy, basta.
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Muy interesante reflexión. Uno agradece que de vez en cuando la sociedad recuerde la frase que citas: "si piensan que la educación es cara, prueben con la ignorancia".
Creo que en el ámbito del mediterráneo español (y de España) hemos probado bastante tiempo con la "ignorancia". Durante catorce años hemos jugado con ella, nos hemos recreado como idiotas sin pensar lo más mínimo en las consecuencias. Hoy los pagamos caro. Nos hemos endeudado hasta las cejas para que el sector privado hicera una especulación salvaje que ha borrado del mapa a una entidad financiera como la CAM, que se dice pronto. Ignorancia promoviendo aueropuertos sin aviones, partes temáticos sin público, servicios y gastos públicos superfluos… Mientras a las universidades las hacíamos complices o las dejábamos amordazadas. Todo en favor de ese "boom" de la economia española, la "champion league" de los nuevos ricos que ahora se despiertan de la noche a la mañana, sin un duro y endeudados hasta las cejas.
Espero con ilusión tu contribución sobre los medios informativos, promete ser interesante.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Nunca se han tomado en serio la importancia de la educacion. Siempre regateando su presupuesto cuando es de ahí de donde, luego, saldrá la riqueza.Y es que los politicos nunca han tenido en cuenta que no toda cosecha dura los cuatro años de su mandato y piensan que no es rentable lo que no produce fruto en tan poco tiempo.
en tan poco tiempo.
Un consejo de viejo bloguero: Los articulos largos no se leen.
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