jueves, febrero 22, 2007

J U B I L A D O

EL DIA DEL CALICHE

José había llegado de Abanilla. Los emigrantes de entonces venían de Murcia, Granada, Extremadura o de Jaén, y...siempre procedían de tierras con agujeros de hambre. Su escuela: el bancal y sus maestros: el arado, la azada y el legón. Firmaba las nóminas con el pulgar porque jamás supo de letras ni de números. Le llamábamos El Negro porque poco a poco el sol le había impreso la cara y las manos de moreno oscuro. Introvertido y a menudo huraño, ni siquiera charlaba a la hora del almuerzo que sólo animaba con un trozo de pan y una sardina de bota; siempre apartado del grupo. Tenía una ulcera de estómago que le agriaba el humor hasta ocultar la más leve sonrisa.
José vino a despedirse porque se jubilaba - “¿y qué harás ahora, José?- y con la primera sonrisa en treinta años : “jugar al caliche, jefe”. Alguna vez le había visto jugar los Domingos, con sus paisanos, junto a la Rambla, y deduje, una vez más, que era la evasiva de quien se niega a abrirse.
Muchos meses después me crucé con él todo endomingado y, por primera vez, con un semblante feliz. ”¿Qué tal el caliche, José?- Muy bien, jefe, me saco unas pesetillas jugando y con eso y la paga nos apañamos la Maria y yo sin los hijos que ya viven por su cuenta”.
No lo he vuelto a ver; probablemente murió, y es posible que siga con su caliche jugando en el otro mundo, porque para mí, José, en éste, había encontrado su parte de felicidad. Esta historia es verídica: se llamaba Jose Rocamora y nunca volvió a su tierra. Conservo unas fotografías de José... jugando al caliche, evidentemente.

EL CALICHE
Al caliche se juega mucho en la huerta murciana. El juego consiste en acercar unas piezas de plomo del tamaño de una galleta, desde una larga distancia, al canuto de caña (el caliche) que soporta unas monedas que suman la apuesta. El jugador al lanzar acerca lo más posible su pieza al caliche . Cuando el caliche es derribado las monedas caen y en su derrumbe las piezas más cercanas al dinero se hacen con la apuesta. Doy fe de su diversión porque en mi tiempo de colegial lo jugué con frecuencia.

Estuve dudando cómo titular este capítulo: me tentaba llamarlo “ El día después”, también pensé en titularlo como la película “El dia de la Bestia” e incluso casi decidí ”La felicidad ignorada”, pero luego recordé a mi fiel José (treinta años a mi lado) y pensé que el caliche era la clave de cuanto quería transmitir.

LOS FANTASMAS
Es seguro que al recién jubilado le agobian pensamientos negativos que le amargan la existencia. Sentir en lo mas hondo que se acabó la vida activa conduce a una sensación de inutilidad, de incomunicación , de arrumbamiento, y de sentirse hubicado en la estantería más alta de la biblioteca donde las páginas quedan al borde del olvido. Y ahí no acaba el agobio: pensamientos como-"¿qué voy a hacer mañana?, he pasado del estrés al aburrimiento, soy un viejo, me siento aislado, estoy acabado ", vendrán acompañados inevitablemente de pesimismo ante el futuro y desengaño ante la vida, olvidando, incomprensiblemente que vivir es transcurrir hacia delante, nunca hacia atrás.
Y es que a los jubilados, que tocan con la punta de sus dedos la realidad de la vejez, nos cuesta y nos duele admitir que una etapa de nuestra existencia se ha consumido irremediablemente como también se consumieron la niñez, la pubertad y la juventud...Nos rebelamos contra lo inevitable.

Son los fantasmas de la edad madura; aparecen puntuales, mortifican y, si tiras de la sábana, los descubres, ves que carecen de entidad, y que son sólo eso... fantasmas. Las historias, los cuentos que escuchamos cuando niños y las películas sobre fantasmas, existen, se apoyan en realidades, pero no están más que en la mente de quien las imagina y las crea. Cuando uno despierta después de un mal sueño, con el corazón aún estallando, recupera la realidad, la bestia ha desaparecido y la serenidad vuelve a su cauce.

UNA HISTORIA DE SEMILLAS
Maica, una amiga reencontrada, me ha enviado un vídeo que narra una bellísima y tierna historia. Resumo:
Un señor monta en un autobús y observa, que su compañera de asiento, una anciana entrañable, va tirando por la ventanilla, durante todo el trayecto, algo que extrae de una bolsita. Esta escena se repitió día a día, hasta que nuestro intrigado amigo acabó preguntándole” ¿qué tira por la ventana? –“ son semillas” – “¿semillas de qué?”- son semillas de flores, la carretera está llena de asfalto, todo es feo y seco y algún día me gustaría ver el camino lleno de color” – pero ¿ como van a brotar si todo está yermo? además los pájaros las comerán y los coches las aplastarán “
- “ yo hago lo que puedo hacer, ya vendrán días de lluvia”,- respondió la anciana. El viajero pensó que aquella anciana estaba loca.
Unos meses después, nuestro hombre al ir al trabajo descubrió, desde el autobús, que las laderas del asfalto estaban llenas de flores innundando el trayecto. Preguntó al conductor por la anciana de las semillas - ”murió hace un mes”- le respondió..y nuestro viajero pensó”¿de qué ha servido su trabajo si no ha podido ver su obra? . En ese instante a su espalda oyó los gritos de un niño :”¡ mira papá, qué bonito, la carretera está llena de flores!”.
Dicen que nuestro hombre, desde ese día, cada vez que toma el autobús va tirando por la ventanilla, desde su bolsita, semillas de flores..

No, la vida no se acaba con la jubilación. Cambiar de actividad, transformar el modo de vida, mirar hacia delante, llenar de contenido nuestro tiempo es el secreto de una vejez fecunda y satisfactoria. La vida continúa y hay que seguir la biografía.
Mi amigo José, el del caliche, había encontrado su quehacer y nuestra anciana había hecho “lo que podía hacer” para dejar a los demás su parte de felicidad.
Tanto el uno como el otro habían tirado a la basura la sábana y los fantasmas.

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jueves, febrero 15, 2007

EMPRESARIOS Y EMPRENDEDORES

SOBRE LOS EMPRESARIOS Y LOS EMPRENDEDORES


Es evidente que en España, y tal vez en nuestra cercanía, existen empresas y empresarios ejemplares, comparables con los mejores del mundo. Empresas bien gestionadas, con un alto índice de modernidad, si por modernidad entendemos el buen uso que hacen de todas cuantas herramientas, medios y avances les proporciona la sociedad del conocimiento en la que vivimos Y en este maratón de selectas las hay grandes pequeñas y medianas, aunque, evidentemente, las empresas que invierten para avanzar, dependen de sus recursos y de la capacidad de sus dirigentes para rastrear, arriesgándose por supuesto, la siempre importante tarea de estar al día..
Convendría aquí distinguir entre Empresarios, Emprendedores y simples Inversores. Coloquialmente se confunden, pero, para mí, les separan diferencias que son esenciales.

El Emprendedor abre camino, olfatea y se siente atraído por la aventura de nuevos negocios; crea, inventa, arriesga y le gustan los envites que a cada paso le ofrece el mundo del comercio.

Empresario es quien dirige, gestiona, administra transmitiendo ilusión a sus colaboradores; hace equipo y tiene, es un decir, la empresa en su cabeza aunque no pierde la oportunidad de formarse más porque sabe bien que sus decisiones son fundamentales para que la empresa avance. Menos arriesgado que el emprendedor, es más temeroso de nuevos caminos que suponen nuevos riesgos.

Ambos se necesitan y es frecuente que todas estas particularidades se junten en una misma persona.
Inducen a una lamentable confusión quienes incluyen en un mismo saco a empresarios-emprendedores junto a los simples y puros inversores.

El Inversor estudia la oportunidad de poner su dinero, y no otra cosa, donde espera que la veleta de los negocios le gire con más ventaja. No crea, ni organiza, ni interviene en la empresa: simplemente invierte a corto o largo plazo en asuntos que gestionan y administran otros. ¡ Ojo!, me parecen necesarios y convenientes, pero por favor, que no se denominen por el apelativo que no les corresponde. Es como si yo, por escribir cuatro líneas que no pretenden más que ayudar a reflexionar, me llamase enfáticamente “escritor” o artista de la pluma. A cada cual lo suyo,
Es más, el empresario de toda la vida que por problemas del “sin- futuro” cierra la empresa y traspasa sus recursos al simple oficio de comprar, esperar, y vender, deja de ser empresario y pasa a ser, y así debe llamarse, Especulador. El diccionario de la R. Real Academia Española deja claro que especular es “efectuar operaciones financieras o comerciales con la esperanza de obtener beneficios basados en las variaciones de los precios”.
Los cuatro tienen su hueco en el mercado. Los dos primeros, ayudados en ocasiones por el tercero, crean riqueza para la sociedad. El cuarto sólo la aprovecha para sí mismo, aunque la verdad es que los cuatro se juegan, con mayor o menor riesgo, sus dineros.
Lejos de mi ánimo juzgar o hacer crítica de ninguno de estos personajes que describo y que se mueven en el campo del comercio: simplemente abogo porque se les denomine a cada uno por su nombre.


Y a eso voy: hacer empresa es también invertir en inteligencia, en intangibles: es la condición imprescindible que se necesita para aprovechar la inmensidad de medios de que hablábamos en “LA MIOPÍA EMPRESARIAL”, puesto que no hacerlo, es estar fuera de órbita. Y mira por donde es, en el campo de algunas medianas empresas (digamos que en el 90%), donde se escatima, se cicatea, se regatean recursos para contratar valores de inteligencia.
Me parece bien que un empresario “situado” tenga un Mercedes 600 y un todo terreno, que su mujer exhiba un Porche y que sus hijos estudien en Suiza o en Estados Unidos, que practique el esquí a cientos de kilómetros y que invierta millones en un yate a nombre de la empresa, puesto que hay que ir a Ibiza donde está la movida veraniega, porque es flotando o con un whisky al sol, donde se hacen los grandes negocios. Tampoco me importa reconocerle que las mejores operaciones las realiza en su finca de caza mayor, o que vuele en preferente o en Jet, que para eso se sacrifica por la empresa. Y mucho menos me preocupa que aspire a Presidente del equipo de sus entretelas, que sea miembro de alguna sociedad-lobby de perfil americano y seguramente miembro de una o varias fundaciones donde ha entrado buscando brillo.
Lo que me parece, cuando menos, grotesco es que se rodee de mediocres porque los más capacitados son caros; que ponga reparos a la hora de pagar tecnologías punta o no invierta en investigación sobre sus propios productos, y renuncie o escatime a buenos profesionales que le asesoren porque se le llevan la “pasta” que tanto le cuesta ahorrar; como si el conocimiento y el saber hacer les llegara a los profesionales por ciencia infusa.
No me extraña que estemos a la cola en modernización o que parte de nuestro tejido industrial desaparezca. Y es que a nuestros protagonistas de estas historias les cuesta asimilar en el orden de prioridades que la empresa tiene sus propias necesidades como él tiene las suyas.
¿Ustedes lo entienden?
Yo, no.

domingo, febrero 11, 2007

LOS EMPRESARIOS MIOPES

Está visto que la capacidad de asombro no disminuye con los años.
No me explico, sinceramente, la incapacidad que demuestran algunos empresarios actuales para adaptarse a la época en que viven y dar pasos hacia la modernidad. Vamos, que parece que no se enteran en qué mundo viven y, parecen insensibles a que, con su actitud, sus empresas anden por caminos que amenazan sumirlas en la más plena obsolescencia. Simplemente por aquello de que “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”.

Siempre he comparado al empresario con un jugador de póquer; se le dan unas cartas y con ellas decide sus bazas, y en función de su juego, se retira o juega, apuesta y arriesga.

Aunque la comparación es pura caricatura, a mí me sirve para demostrar ese endemoniado asombro que me preocupa.

Hace 50 años el juego del empresario se desarrollaba en un tapete con muy pocas cartas.
A uno se le ocurría una idea, buscaba medios, se empeñaba hasta los ojos, y el Banco financiaba. Claro que para esa financiación exigía firmas y avales. No le importaban las ideas ni el proyecto ni la capacidad del solicitante. Lo decisivo era quién había detrás; primaba la seguridad de los bienes que responderían al préstamo. Tenias 100 y te prestaba 25. Eso obligaba a buscar socio; tarea inaudita que acababa generalmente en uno del oficio, que también deseaba la independencia, o en la familia que se sentía en la obligación de ayudar al aventurero. Si la cosa progresaba el socio desaparecía por imperativo categórico "o vendes o compras". La familia, en cambio, ni compraba ni vendía, la sentencia era “cierre” si pintaban bastos y "de aquí no se mueve ni Dios", si las cartas eran oros. Así, amparado por la sangre, su juego era a ganador, corriendo él sólo con el riesgo de la apuesta, "apáñate como puedas pero no pidas dinero", era el consejo inapelable.

Como el jugador de cartas aquel empresario era un hombre de instinto y siempre arriesgado. Sin apenas formación sus principios básicos se limitaban generalmente a mínima mano de obra, compras baratas y ventas según la oportunidad y, sobre todo, intuición y estar alerta al mercado. Nada que ver con los tiempos dorados de la posterior sociedad de consumo. Había subdesarrollo y se vendía sólo lo necesario. Si el negocio funcionaba, venía luego la ampliación y, los más atrevidos, cruzaban las fronteras a la aventura de nuevos mercados. Pasados los apuros, el empresario próspero lucía su bonanza con un Mercedes, un chalet cercano, y enviaba a los niños a estudiar "para que tengan la suerte que yo no tuve".

La ciencia era innata, la formación especializada no existía, solo intuición. Su secreto: horas y horas de trabajo su herramienta: barajar bien las letras de cambio, amistad con el Director del Banco y “bicicletas” y prefinanciaciones hasta el infinito. Las ayudas oficiales se quedaban en Madrid, y por tanto el amigo político era sólo eso: amigo. Su mejor cualidad la capacidad de adaptación a mínimas bazas. Hacía su juego con muy pocas cartas. Y, con los medios de que disponía, sobrevivir era toda una hazaña, y, prosperar y hacer empresa, una heroicidad.

Examinemos ahora lo que hay sobre el tapete en la mesa de nuestros emprendedores del 2007:
viven en un mundo de consumo y abundancia, y en una sociedad con impulsos de compra imparables que, en muchos casos, llega a la adicción. Disfrutan de una globalización que les permite acceso a todos los mercados del mundo. Disponen de una información “on line” inimaginable tiempo atrás. Las comunicaciones entre los mismos empresarios y sus consumidores les permiten una coordinación de actividades insospechada a través de intranet y extranet. No podemos negar que la existencia de una hiperinformación abierta a todos genera, a su vez, un campo de batalla mas difícil: la hipercompetencia.

Nuestros empresarios, en general, están bien preparados; una gran parte han seguido estudios superiores, master especializados, o, cuando menos, han disfrutado de la posibilidad de asistir a cursos, cursillos, congresos, asambleas, mesas redondas, estudios complementarios, y un sinfín de actividades formativas. También pueden ser asesorados por multitud de despachos de expertos en estudios de producto, financiación, marketing, fiscalidad, publicidad y cuanto pueda ayudarles en la gestión de la empresa Por si fuera poco, disponen de Internet como herramienta mágica de consulta y de acceso al conocimiento que otros han elaborado en cualquier parte del planeta. Son testigos excepcionales de que las nuevas tecnologías, la investigación (el I+D+i) están aupando a las industrias y los negocios de sus colegas de otros países que van en cabeza gracias a que sus empresarios se implican, cada día más, aplicando los avances de la ciencia a sus negocios.

En nuestro país; los Gobiernos y las Autonomías, insisten e incentivan el acercamiento a las Universidades, al CDTI y a cualquier institución que apoye el compromiso de la empresa y sus problemas con la investigación. Las mismas Universidades empiezan a crear por su cuenta, y bastante indiferencia por parte de los empresarios, Parques Tecnológicos, Científicos (o como quiera que se llamen), con tal de impulsar las nuevas ideas para los nuevos negocios que se perfilan en las nuevas demandas del mercado.

Si el proyecto es bueno, y supone innovación y avance en tecnología aplicada, el papel del socio de por vida se puede sustituir por una asociación temporal con sociedades de inversión o con las poco valoradas Sociedades de Capital Riesgo. Incluso las instituciones financieras, es verdad que a remolque de su propia competitividad, ya contemplan con otro talante los proyectos de los “pelaos”.

Estas son las cartas que, sobre el tapete verde, pueden jugar nuestros empresarios. No están desamparados, no. Tampoco están en inferioridad con los otros jugadores de la partida: los países de nuestro entorno. La diferencia podría ser que ellos aprovecharon mejor su juego.

Pues bien; lo asombroso, lo que no me cabe en el coco, es que con ese despliegue de medios y posibilidades el empresario no aproveche sus bazas. Perdón, los hay que las juegan y muy bien pero afloran pocos, muy pocos. Me basta un dato: según el periódico Información (27-XI-06)
“las empresas alicantinas están a la cola de las nuevas tecnologías” y apunta, entre otros datos, que “el uso comercial de las tecnologías de la información y comunicación está por debajo de la media nacional”. Datos éstos referidos sólo al uso de lo que inventaron otros. No quiero pensar en las estadísticas referidas a la investigación y lanzamiento de nuevos productos. Cuando hay crisis sectoriales se exige que los estamentos oficiales solucionen el problema. Hasta se pide que los Ayuntamientos intervengan para solucionar los problemas originados por la imprevisión y la ceguera de los empresarios que, por lo visto, viajan mucho y ven poco.
"Pasar” de la modernidad es imperdonable pecado para un empresario, aunque probablemente la enfermedad irremediable es la ceguera de quien no quiere ver.