Pedro Páramo de Juan Rulfo

  • Título: Pedro PáramoPedro Páramo
  • Autor: Juan Rulfo
  • Nacionalidad: México
  • Edición póstuma (2000):
    Editorial Debate: Edición (abril 2000) revisada y autorizada por la
    Fundación Juan Rulfo.

Comentario:

A modo de breves líneas biográficas y con el fin de situar a Juan Rulfo en su lugar y tiempo concretos, diremos que nace en el año 1917 en Apulco, pequeña localidad del estado de Jalisco (México). Muy joven queda huérfano de padre y madre, situación que le lleva a un internado en Guadalajara donde la casualidad le pone en contacto con la biblioteca de un clérigo, lo que le supuso un primer encuentro con la literatura en edad temprana, hecho que, tras los años, él reconocerá como acontecimiento importante en el inicio de su vocación literaria. Asiste como oyente a los cursos de Historia del Arte en la Facultad de Letras y se casa en 1948 con Clara Aparicio, receptora de una hermosa colección de cartas, publicadas póstumamente. Y un ir y venir de empleos diversos rellenarán su lucha diaria, hasta que el reconocimiento como gran escritor le llega con los muchos premios recibidos.






 






La producción de Rulfo es muy breve: en 1953 publica una colección de relatos con el título de “El llano en llamas” y en 1955 sale a la luz sin duda la mejor obra de Rulfo, y con la que se consolidó su grande y merecida fama: se trata de la novela “Pedro Páramo” que, con apenas unas ciento
cincuenta páginas, ha sido capaz de subyugar a gran número de lectores de todo el mundo a lo largo de los años.

Con frecuencia se ha incluido a Rulfo en el movimiento literario llamado “realismo mágico” que comparte con escritores de la talla de Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Borges, Asturias y el mismo A. Carpentier a quien se le adjudica la acuñación del término. Pero, ¿en qué consiste ese “realismo
mágico” que se consolida en Hispanoamérica durante la segunda mitad del siglo XX e influencia a muchos escritores de todo el mundo? Se ha dicho que es un movimiento ecléctico en su esencia, que funde la realidad narrativa con elementos fantásticos, mágicos, maravillosos, propios de una
civilización primitiva y, en cierto modo, supersticiosa, que se contrapone, de alguna manera, al mundo emergente de las nuevas tecnologías.

Lo cotidiano se ve quebrado por elementos fantásticos que se entremezclan llegando a ser parte de la realidad, e incluso los personajes aceptan ese otro mundo distorsionado como un acontecimiento normal. Y así nace el alucinante mundo de Comala en donde se van a desarrollar los acontecimientos
que nos mantendrán con los ojos abiertos y la mente alerta en la obra de Rulfo, “Pedro Páramo”

Juan Preciado, con el fin de cumplir una promesa hecha a su madre en el lecho de muerte, se encamina hacia Comala en busca de su padre, Pedro Páramo, a quien no conoce, pero con el que ha de arreglar cuentas, según el mandato de su madre muerta. Atravesando unos terribles parajes yermos e hirvientes por el calor del verano, se encuentra con un hombre que viaja con un burro. La sorpresa y perplejidad del lector empieza cuando, a penas mediadas un par de frases, Juan Preciado se entera de que aquél hombre, única figura humana dentro del paisaje, es también hijo de Pedro Páramo, y que Comala, el hermoso pueblo que su madre le describió (“Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver”) no responde al lugar yermo y polvoriento que él está viendo. Y tampoco Comala es, según el viajero que le acompaña, el lugar vivo que él lleva en la imaginación: Comala está muerto, destruido…A partir de aquí, el lector se verá envuelto en un mundo de murmullos y figuras extrañas, mundo al que no reconocerá si no consigue descodificar las claves con que el autor lo concibió, sin ellas no le será posible penetrar en el devenir fantástico y alucinante que se le viene encima. La acción, en aquel pueblo fantasma, parece moverse en un plano diferente al real, es como si viésemos pasar ante nuestros ojos los acontecimientos del pasado, en los que no cabe el tiempo, y que permanecen, sin embargo, sucediendo en un estrato en donde personajes y acontecimientos han de encontrar su lugar lógico si han de ser comprendidos; y es labor del lector reordenar todo aquel trozo de historia construida con imágenes que borran los límites entre la realidad y la alucinación, entre el presente y el pasado, la vida y la muerte, porque descubrimos que en ese espacio en el que hemos entrado en busca del cacique Pedro Páramo, no hay vida, todo y todos han muerto, aunque los muertos aparezcan con la misma sustancia que los vivos sin distinguir ni el antes ni el después. El tiempo se solapa sin ofrecer la dimensión cronológica a la que estamos acostumbrados los que vivimos en un presente real que se mueve hacia un futuro. En esta atmósfera descoyuntada no hay orden de prioridades, no tiene sentido preguntarse si un acontecimiento sucedió ahora o luego, o si la conversación se da entre vivos o muertos; sin embargo se consiguen con sorpresa realidades totales en cada capítulo, en cada página.

El lector, no obstante, conseguirá reorganizar todo ese mundo, de la mano de un lenguaje potente, lleno de sugerencias que nos hacen oír la voz del pueblo, pero con el acierto de no imitar la pronunciación popular o recoger modismos o decires que nos recuerden los relatos localistas; ni siquiera hay encuadre nacional: todo trasciende y se universaliza. Es una novela para todos, no importa en absoluto la cultura a la que pertenezcamos. Esa es otra de sus grandezas.

Nos parece oportuno no entrar en la descripción de personajes y hechos, es preferible que el lector los vaya descubriendo, y mejor aún en una segunda lectura, que se hace necesaria dada la complejidad de la trama. Es muy probable que para el lector atrapado, haya multitud de lecturas. Y en verdad que valdrían la pena, aunque este relato no tuviera más que ese encanto que posee el lenguaje con el que nos describe cosas así: “Llanuras verdes. Ver subir y bajar el horizonte con el viento que mueve las espigas, el rizar de la tarde con una lluvia de triples rizos. El color de la tierra, el olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que huele a miel derramada…”, “…No sentir otro sabor sino el del azahar de los naranjos en la tibieza del tiempo.” “Ruidos. Voces. Rumores. Canciones lejanas:

Mi novia me dio un pañuelo

Con orillas de llorar…”

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Lola Peiró

OTRAS OBRAS DEL MISMO AUTOR:

El llano en llamas (1953)
El gallo de oro (1980)
Aire de las colinas. Cartas a Clara


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