Bienestar y trabajo

He
estado leyendo un artículo de Iain Duncan-Smith, incluido
en The
Guardian

Duncan-Smith es el Secretario
de Estado de Trabajo y Pensiones
del gobierno británico y ha diseñado la nueva legislación
destinada a hacer frente a la llamada «cultura del bienestar».
En el artículo, utiliza palabras que hacen hincapié en su interés
por dividir a los buenos («las familias trabajadoras») de
los malos («los vagos»). Su lenguaje es agresivo. De hecho,
utiliza esa misma palabra con orgullo (varias veces le dice al lector
lo orgulloso que está), imaginándose a sí mismo como un hombre con
una misión. Marginalizar a las personas vulnerables y convertirlas
en villanos no es un buen modo de hacer frente a un problema real.
Él
da por hecho que la mayoría de las personas que reciben prestaciones
no están justificadas. Bienestar se ha convertido para él y su
gobierno en una palabra sucia, en lugar de una expresión de atención
social, que es la marca de una sociedad civilizada. Da por hecho que
la gente que recibe prestaciones prefiere estar desempleada o mal
pagada, por elección propia. La última vez que miré en el sitio
web de The Guardian, había más de 900 comentarios críticos
bajo su artículo y en la edición de hoy hay siete cartas haciendo
referencia a su lenguaje «belicoso» y su ignorancia social.
En su artículo, Duncan-Smith dice que «nadie debería poder
recibir más en prestaciones de lo que recibe una familia promedio
que trabaja». De acuerdo, escribe un corresponsal, pero una
respuesta menos divisora sería aumentar la cantidad que se cobra por
trabajar.
A
este respecto he aprendido de
Guardian
de
hoy, que hay algo que se llama un contrato de «cero horas»,
que permite a los empleadores escapar, aparte del salario mínimo, de
todas las condiciones normales de empleo, tales como las vacaciones o
la paga por enfermedad. Con suerte, los trabajadores pueden esperar
una hoja mensual de turnos en la que se detallen sus potenciales
ingresos con cuatro semanas de antelación, pero pueden acabar
cobrando cero libras al final de la semana. Tienen prohibido aceptar
otros trabajos y no tienen ninguna garantía de empleo a largo plazo.
Se espera que el empleado esté disponible cuando
lo llamen
y sólo cobra por las horas trabajadas.
Al
parecer, en el sector de la salud se ha cambiado casi todo el
personal a este tipo de contratos. Se estima que hay 300.000
trabajadores en atención sanitaria empleados con este sistema. Los
vendedores minoristas también lo utilizan; de una plantilla de
23.000 trabajadores, Sports Direct emplea a 20.000 con este tipo de
contrato. Según la Oficina Nacional de Estadística, casi una de
cada cuatro grandes empresas utilizaron estos contratos en el 2011,
el doble de la cifra del 2004. La conocida compañía de seguridad
G4S es una de ellas. Al igual que los servicios de hostelería de los
Tate Art Museums. El personal de la tienda del Palacio de Buckingham
tiene el mismo tipo de contrato.
A
mí me parece más bien una estafa que un contrato. Me pregunto cómo
encaja en la filosofía de justicia social de Duncan-Smith. Supongo
que no lo hace.
Bryan

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